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Juventud rebelde y combativa

os jóvenes a través de la historia siempre hemos sido vanguardia dentro de las luchas por las reivindicaciones, quizás sea nuestro espíritu rebelde, quizás nuestras ganas de comernos el mundo, pero siempre la juventud a enarbolado la bandera de la revolución. A medida que transcurre nuestro proceso de socialización, nuestro proceso de aprendizaje vamos transformando nuestras formas de lucha y mejorando nuestro procesos combativos, encaminando nuestra rebeldía a la lucha necesaria.

Es aquí donde caben oraciones como la de Salvador Allende “ ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, pero también es necesario precisar que el monstruo del capitalismo hasta de esa rebeldía, de esa energía, quiere adueñarse por que ha comprendido que los jóvenes somos esa llama efervescente de los pueblos, y que podemos ser causantes de grandes cambios dentro de las sociedades.

A través de la transculturización y el bombardeo mediático el capitalismo ha venido apagando esa llama de la juventud sobre todo en los pueblos del tercer mundo, a buscado convertir nuestra juventud en simples seres conformes con el sistema, en futuros robots repetidores del mensaje imperialista, esto podemos verlo claramente en movimientos juveniles como el llamado manos blancas de Venezuela, ya sus luchas no son por el pasaje preferencial estudiantil, por mejoras educativas, por transformaciones del sistema educativo que den la cara a las necesidades del país, si no mas bien ahora sus luchas son por las empresas privadas explotadoras, los medios de comunicación transculturizadores y adoctrinantes, por la fama y un futuro asegurado en cualquier institución publica o privada, etc.

Son estos hechos los que deben convertirse en nuestra prioridad, nosotros como juventud revolucionaria tenemos el deber histórico de luchar contra ese bombardeo del capitalismo hacia nuestros jóvenes, tenemos que ir construyendo el camino que despierte a nuestra juventud y la incluya dentro de la lucha por un mundo distinto, debemos ser pregoneros del grito de esperanza de los siempre excluidos. Ahora mas que nunca es necesario dejar a un lado cualquier tipo de diferencias y caminar juntos en esta batalla, nuestra prioridad debe ser el pueblo y los jóvenes son el primer frente de batalla de los pueblos.

Rescatemos la juventud y hagamos realidad el sueño de los pueblos
oprimidos.

Unidad y Revolución en el pensamiento de José Martí

a pregunta que debemos hacernos es por qué Martí quería una Cuba libre, unas Antillas libres y una América libre. Lo expresó de una manera tan diáfana que no debería dar lugar a dudas o confusiones. En su artículo con motivo de la conmemoración del segundo aniversario del Partido Revolucionario Cubano, publicado en 1894, señaló:
«En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder, —mero fortín de la Roma americana; —y si libres y dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora  —serían en el continente la garantía del equilibrio, de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte, que en el desarrollo de su territorio por desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo».
Se observa aquí cómo el Apóstol no pretendía agudizar el conflicto, al que calificó de innecesario, entre la América mestiza y la América sajona. Martí hubiera preferido buscar una solución al conflicto que no condujera a un antagonismo feroz. Pretendía que surgieran unas Antillas libres para servir a los pueblos de nuestra América, e incluso, al propio pueblo de Estados Unidos que según expresa, «hallará en el desarrollo de su territorio más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores». Y aspiraba, como queda dicho, a garantizar de esta forma el equilibrio del mundo.
En el propio Manifiesto de Montecristi, Gómez y Martí agregan:
«Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral de América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo».
En cuanto a La Historia me absolverá podemos afirmar que ese alegato confirma la continuidad histórica de la única revolución que ha existido en nuestro país, la iniciada el 10 de octubre de 1868, con la proclamación de independencia del país por Carlos Manuel de Céspedes, continuada el 24 de febrero de 1895, y reiniciada por Fidel con la heroica gesta del Moncada. En él se reivindicó el ideal de independencia o muerte de nuestros mambises y sentó las bases para la consigna que la generación del centenario exaltaría a primer plano: Libertad o muerte.
La Historia me absolverá constituye también un alegato jurídico que conjuga la lucha contra el régimen ilegal de Batista con la defensa de la Constitución de 1940, cuyo aniversario 70 también se conmemora este año. Se apoya textualmente para la aplicación de las medidas revolucionarias más importantes en preceptos de la Constitución de 1940, y en especial en el que validaba la resistencia nacional frente a las violaciones de la misma. Esta Constitución, y su aplicación consecuente están insertadas en la historia filosófica y social de nuestro país y forman parte, además, de la mejor y más depurada tradición cultural universal. Permite estudiar la dialéctica de cómo las ideas cubanas se orientaron hacia el socialismo, a partir de los mismos orígenes de la nueva etapa revolucionaria iniciada entonces. Sin proclamarse como tal, de hecho sentaba las bases para orientar la sociedad cubana hacia ese objetivo superior.
A partir de estas consideraciones podemos extraer algunas enseñanzas para el presente y el porvenir. La existencia y fortaleza de la nación cubana ha estado siempre fundamentada en la unidad política del pueblo trabajador. Este país, desde el proceso de gestación de la nación y en su recorrido hasta nuestros días, debió enfrentarse a las más diversas y complejas contradicciones internacionales. Dos hombres hicieron posible la unidad nacional: José Martí, que en el siglo XIX la hizo cristalizar a partir de un ingente esfuerzo político y cultural, y Fidel Castro que, al evitar que «el Apóstol muriera en el año de su centenario» (1953) —como dijo en el juicio seguido por el asalto a la segunda fortaleza militar del país— hizo crecer la memoria del Maestro y le extrajo a su pensamiento vivo y profundo todas las lecciones necesarias para hacer verdaderamente independiente a la patria.
En la presente centuria, la perdurabilidad y fortaleza de la nación tendrá, como garantía decisiva, la unidad alcanzada, la cual se nutre de las ideas y sentimientos que sucesivas generaciones de cubanos fueron tejiendo con su sangre, trabajo, inteligencia y cultura. Nuestra tarea consiste en interpretar y actualizar el significado de esa tradición y continuar formando en ella a las nuevas generaciones para que, al hacer suyas las banderas de la Revolución Cubana, las exalten y defiendan en un mundo bien diferente y mucho más complejo que el actual.

Juventud Revolucionarios y Rebeldes

Revolucionarios y Rebeldes


Ser revolucionario quiere decir defender una idea por ella misma a despecho de todas las resistencias e impulsarlas adelante en incansable movimiento hacia la meta. Pero toda revolución debe serle inseparable una sujeción de leyes, sus portadores deber hacer de la disciplina y la obediencia la precondición imperativa para su lucha revolucionaria.

Si el revolucionario se entrega a desordenes desenfrenados y olvida que actúa solamente por encargo de una gran idea y se considera el centro del acontecer, entonces este revolucionario se transforma en rebelde y amotinado.

El rebelde no sirve de idea, sino que pretende alcanzar ambiciosos fines personales. El rebelde esta en eterna rebelión. No reconoce ningún tipo de leyes ni ataduras, sino que se entrega a un ilimitado desenfreno, quiebra la fidelidad de la Idea y a sus seguidores, exigiendo, sin embargo, para si la fidelidad de los hombres. Ejemplos de esto contemplamos en la historia de la URSS, China o Cuba, donde se instauraron dictaduras nepotistas y partidarias donde los dirigentes no sirven a su Patria, sino que se sirven de su pueblo para satisfacer sus egoístas necesidades.

Semejantes naturalezas no tienen nada que buscar en las filas de nuestro Movimiento. No son mejores que los capitalistas o los comunistas.

Para el hombre y la mujer del Movimiento se trata de Argentina, única y exclusivamente de Argentina. El que ataca por la espalda este pensamiento en aras de la vanidad personal ¡es un traidor!




Cuando se habla de Revolución algunos creen que se hace a fuerza de bombas y balazos. Revolución, en su verdadera acepción, son los cambios estructurales necesarios que se practican para ponerse de acuerdo con la evolución de la humanidad, que es la que rige todos los cambios que han de realizarse”.


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Juventud Revolucionarios y Rebeldes

Revolucionarios y Rebeldes


Ser revolucionario quiere decir defender una idea por ella misma a despecho de todas las resistencias e impulsarlas adelante en incansable movimiento hacia la meta. Pero toda revolución debe serle inseparable una sujeción de leyes, sus portadores deber hacer de la disciplina y la obediencia la precondición imperativa para su lucha revolucionaria.

Si el revolucionario se entrega a desordenes desenfrenados y olvida que actúa solamente por encargo de una gran idea y se considera el centro del acontecer, entonces este revolucionario se transforma en rebelde y amotinado.

El rebelde no sirve de idea, sino que pretende alcanzar ambiciosos fines personales. El rebelde esta en eterna rebelión. No reconoce ningún tipo de leyes ni ataduras, sino que se entrega a un ilimitado desenfreno, quiebra la fidelidad de la Idea y a sus seguidores, exigiendo, sin embargo, para si la fidelidad de los hombres. Ejemplos de esto contemplamos en la historia de la URSS, China o Cuba, donde se instauraron dictaduras nepotistas y partidarias donde los dirigentes no sirven a su Patria, sino que se sirven de su pueblo para satisfacer sus egoístas necesidades.

Semejantes naturalezas no tienen nada que buscar en las filas de nuestro Movimiento. No son mejores que los capitalistas o los comunistas.

Para el hombre y la mujer del Movimiento se trata de Argentina, única y exclusivamente de Argentina. El que ataca por la espalda este pensamiento en aras de la vanidad personal ¡es un traidor!




Cuando se habla de Revolución algunos creen que se hace a fuerza de bombas y balazos. Revolución, en su verdadera acepción, son los cambios estructurales necesarios que se practican para ponerse de acuerdo con la evolución de la humanidad, que es la que rige todos los cambios que han de realizarse”.